En busca del AMOR por SEGUNDA vez…
- psicjosedejesus
- 17 sept 2020
- 2 Min. de lectura
¿Qué estoy haciendo mal? Ya paso bastante tiempo desde mi separación, ¿Por qué sigo solo(a)? ¿No seria hora de que encontrara una pareja?
Cientos de veces he escuchado las explicaciones de personas que terminan una relación o se separan de su pareja tanto hombres como mujeres, que se justifican en su incómoda situación:
“Lo que pasa es que casino no salgo”
“lo que pasa es que estoy demasiado ocupada con mis hijos”
“Lo que pasa es que no es fácil hacerse cargo sola de todo, educar, trabajar y encima tratar de mantener las cosas como antes “
“Lo que pasa es que a mi edad es muy difícil encontrar una persona a fin”
“Lo que pasa es que no quiero parecer una desesperada”
Aprendí como terapeuta que cuando las oportunidades no aparecen, siempre se debe a que hay uno o dos aspectos internos que están saboteando “el encuentro”. Cuando la pareja “no se da” es la propia persona la que, de alguna forma, está poniendo freno.
No hay mapas para ir al encuentro del amor trascendente, pero es indispensable que el otro despierte en nosotros cierto tipo de incondicionalidad. Este toque incondicional del amor se manifiesta en la sensación de un encuentro de almas, en la atracción, en las ganas de estar juntos… no se puede explicar, es ese bienestar, esa alegría del corazón que se siente por el solo hecho del que el otro esté cerca.
Cuando esa llama arde en nuestro corazón parece que estamos en las nubes… pero, claro, no somos puro corazón y no siempre podemos estar en las nubes, también vivimos en forma terrenal, tenemos necesidades, gustos, cautelas y preocupaciones que influyen en nuestra relación. Dicho de otra forma, necesitamos que el otro encaje también en nuestras preferencias.
Estos dos aspectos del amor, la incondicionalidad con la que se encuentran las almas y la condicionalidad que imponen los gustos y las preferencias de ambos, deben seguir presentes y ser al menos compatibles para que la pareja trascienda.
Al elegir una pareja, en primer lugar, tenemos que dejar que el corazón el alma, nos guié y después que la cabeza acompañe, porque a menos que se trate de un pez o un pájaro, siempre es posible encontrar un terreno en común en nuestros gustos. Podemos acomodar nuestras condiciones, pero no es posible “fabricar” lo incondicional; el encuentro de almas sucede o no sucede.

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